agosto 20, 2006

¿Quién era el Hermano Andrés?

“Un hombre como nosotros”
Alfred Béssete nació en Mont-Saint Grégoire. Canadá, el año 1845. Su padre era armador de carretas, su madre se dedicaba al hogar y a educar, hasta donde le fuera posible, los diez hijos que Dios le confió. Alfred tenía 9 años cuando fallece su padre por un accidente de trabajo. Tres años màs tarde su madre muere. Empezó su duro aprendizaje: trato de ser zapatero, panedero, labrador, herrero y a los veintiún años se fue a los Estados Unidos donde trabajó en ranchos y molinos. Tres años mas tarde prefiere regresar a Canadá.
En 1.870 logró ingresar a la Congregación de la Santa Cruz, recibiendo el nombre de Hermano Andrés. Fue destinado a portero del colegio de Nuestra Señora, donde hubo de permanecer por cuarenta años, además de haber desempeñado otras humildes faenas como las de barbero y encargado de la limpieza de los edificios y patios.

“El hermano acogedor” “El servidor”
Paralelamente a sus responsabilidades, el Hermano Andrés también se daba tiempo para recibir enfermos y orar con ellos. Los frotaba con un poco de aceite que ardía ante la estatua de San José en la Capilla del colegio. Cuando la salud de algunas personas mejoró, empezó a correr la voz de los poderes curativos del Hermano Andrés.
“Yo no soy nada; solo un instrumento entre las manos de la Providencia y San José. ¡ Yo no hago milagros! Es Dios junto a San José que escuchan mis oraciones por ustedes.

“El hombre con un gran corazón”
Durante 25 años, de 6 a 8 horas diarias recibía personas en su pequeña oficina o en la estación de trenes en frente del colegio. Los peregrinos eran miles, todos con la esperanza de ser recibidos por el Hermano Andrés. En las noches visitaba a los enfermos en sus casas o iba a los hospitales. El encuentro diario con tanto dolor humano lo afectó profundamente. Con sabiduría decía “Si el alma esta enferma, hay que empezar por sanar el alma”. “ Las personas que sufren es por que tienen algo que ofrecerle a Dios”

“Su Obra”
El colegio estaba frente a una colina: Mont-Royal. Ahí, se sentía más cerca de Dios. A él, le parecía la montaña un inmenso reclinatorio propicio para arrodillarse y orar. Como su devoción por San José era infinita, deseaba honrarle con un gran templo ahí construido. En 1904 edificó un pequeño oratorio en “su” montaña. Rápidamente se hizo pequeña para recibir a todos los peregrinos que llegaban. Se agrandó en 1908 y luego en 1910. En 1917 se decidió construir una cripta capaz de recibir a miles de personas. Toda su vida la dedicó a esta gran obra que hoy es considerada como el Santuario de San José mas grande del mundo.

“Un hombre de Dios”
A pesar de que la gente lo consideraba como el sanador de tantos enfermos, él lo negaba firmemente. Les sugería rezar una novena a San José y frotarse con un poco de aceite o una medalla. El sabía hablar del amor de Dios que hacía brotar las esperanzas en el corazón de quienes lo encontraban.

“El camino hacia el cielo.”
El cielo es vivir en la casa de Dios “Ustedes saben que es permitido desear la muerte con el único deseo de ir hacia Dios”, “Cuando yo muera iré al cielo y estaré más cerca de Dios y tendré más poder para ayudarles.”
El pasó su vida hablando a todos de Dios y a Dios de todos. Este testimonio nos muestra como su vida fue impregnada de amor, fe, trabajo y oración..
Murió a los 92 años, el 6 de enero de 1937. Más de un millón de personas asistieron a sus funerales, su cuerpo descansa hoy en una tumba sencilla al interior del Oratorio de San José.

1 Comentarios:

  • Muchas gracias por el lindo artículo sobre este sencillo y maravillosos Hermano. Nos recuerda que en las cosas simples, en la dedicación y el amor a los otros está siempre presente el Señor. Ojalá no sólo lo recordemos sino que además lo practiquemos al menos en nuestro cìrculo mas cercano, en la familia, en el trabajo y en el propio colegio, con los que más sufren. Aprovecho de pedir al Hermano Andrés por Antonia Espejo y su familia, para que les de la fuerza y la fe para seguir adelante, unirse cada dìa más y superar estos difìciles momentos. Además doy gracias porque Javierita Briceño está cada dìa mejor y porque ella con su familia son un ejemplo de lo que la fe y la solidaridad pueden lograr.

    By Anonymous Anónimo, at sábado, agosto 26, 2006  

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